MENSAJE:
EL CIELO EN LA TIERRA
Un
ruido sordo y contundente ensombreció el Cielo y hasta a toda la tierra dejó en
silencio. Fue tan poderoso que nada osó interrumpir aquel proceso que solamente
el mismo Dios conocía. Pasaron en ese sordo silencio días completos, mientras
las noches se sucedían en adorables escenas vivas, donde el planeta abandonaba
sus guerras y emergía tal cual una mariposa cuando consigue liberarse del
capullo que la encierra.
-
Vuela – se escucha de repente – vuela…
Y tal y
como recibe esta orden, la preciosa mariposa vate sus alas y como si fuera a
cámara lenta, planea por un nuevo orden que va apareciendo ante ella, tal y
como ella toma el impulso de volar. Casi no se lo puede creer, pues para la
mariposa este vuelo estaba denostado.
La
esfera planetaria vibra con cada vuelo, de tal modo que consigue romper todo
aquello que deshecha. Vibra cada vez más alto, al tiempo que infinidad de orbes
multicolor, toman la decisión de vibrar al mismo son que ella. Desde las
Pléyades puede verse la escena a la perfección. Desde Sirio se corrobora que
Gaia y sus Reinos pertenecen ahora a otra dimensión.
Orión
está alegre, pues por fin vive libre para unirse al resto, sin que ello suponga
para ninguno ningún riesgo. Los horizontes patriarcales han hecho su función.
Quienes lo han entendido han abandonado a aquel viejo y obsoleto conductor.
A cada
elevación, puede distinguirse un precioso flujo multicolor, nace del interior
de la tierra, iluminando el subsuelo y la corteza, invadiendo toda vida, cuyas
almas encarnadas hayan pisado y dejado la huella que desde su Cielo trajeron.
Es para ellos, es para todos, es para quienes supieron que si la tierra toca el
cielo, el cielo baja y habla en la tierra por sí solo.
Un
hermoso carro lleno de polvo estelar, se vio circular por un camino muy
particular, era un sendero que parecía serpentear y que te conducía allí donde
nadie antes logró penetrar. Los más osados caminaron, dejaron que sus corazones
fueran guiados, cruzaron bosques, ríos, montañas y prados, cada uno de ellos
estaba descubriendo todos los misterios encerrados en aquel lugar desconocido.
Hombres, mujeres y niños, así como otras formas extraordinarias de vida, habían
logrado gestar una ciudad. Era una ciudad diferente, donde se mezclaba la paz y
lo coherente, donde todo era un flujo de vida continúa. Alguien habló:
-
Mereit, ador, veri akanor. Seim adar
wienay-kodar
-
Bienvenidos a nuestro hogar, estas son las
cordilleras de wienay-kodar
-
Afarim ener poakodi, empa sania etori nar,
koradi kale aram
-
Esta es vuestra casa, podéis entrar y compartir
con los koradi el cielo que en vosotros hablará.
-
Vei astadi nor parim ekar, perior amin kanar
katar.
-
Nosotros hablamos con palabras de ayer, que
llegaron hoy y que mañana siquiera existirán.
La
anciana que los recibió, les tendió la mano a los recién llegados, quienes con
un gran amor confiaron para penetrar en aquel hogar.
El
carro, quien se había detenido en la misma entrada, vació su carga,
invadiéndolo todo del polvo del cielo. Unos niños acudieron, comenzaron a reír
y a jugar con cada una de las almas que acababan de llegar.
-
Este es el momento – dijeron – aquí seréis bien
acogidos y no habrá nada que calle vuestro grito – les aseguraron.
Según
la anciana predijo, el carro había traído consigo a todos los arcanos, por vez
primera quienes por todos nosotros velaron, podrían ver los efectos de su
huella encarnados en esta tierra nueva.
Temple Inanna