LOS ARREFICES DE CORAL
Como
infinitas odas, los arrecifes de coral, emitían sonidos que parecían llegar de
mucho más allá de este planeta. Presté atención, eran odas angélicas, de
aquellas que solamente se escuchan en los templos y donde los más sólidos
instrumentos, componen sin conocer teorías ni técnicas, pues dejan que sus
manos de artesano se deslicen y hablen por sí solas, así oleadas de alados
seres que armónicos nos entregaban el más sagrado de los elementos, nos
mostraban que desde la música y el silencio, se puede componer y que solamente
desde ahí se puede dar con el hogar de la creación, allí donde se aprende a
crear tal cual lo haría Dios.
Observé
las manos de uno de ellos, de uno de esos tantos seres angélicos, eran dedos
hechos de plumas de acero, fuertes y robustos, que se deslizaban con tanta
agilidad y finura que nadie podría imitar. Quedé perplejo por las odas, que una
a una me iban recomponiendo, no necesitaba nada más, solamente silencio, las
odas y los arrecifes de coral. Fue en esa armonía y en ese silencio cuando
sentí como algo comenzaba a arder en mí Ser, me emocioné, el creador había
despertado en mí, su incandescencia se acentuó, lo imploré y mientras una oda
penetraba en mí, una llama sin luz aparente comenzaba a crecer. Un flujo de
energía me envolvió para dotarme de los elementos con los que los arquitectos
crean las formas que después verán la luz. Pero supe que tenía que hacerlo a
oscuras, pues sólo era esa llama negra la que podía dar tanta luz.
Temple Inanna