LAS HOJAS SECAS
Escuché el crujir de una hoja seca crepitar
bajo tu huella, te delataste, pude reconocer el acecho, tus deseos de
acercarte, descubrirme y aniquilarme, soy para ti un estorbo que no te deja ser
hombre libre, y que te mantiene vivo con la coraza del hombre temible, ardiendo
entre dos fuegos, ambos imperecederos. En ocasiones escuchas al primero, sólo
al verdadero, en ocasiones tu propio ego se sujeta a los dictados de ese otro,
un mamarracho que dice caminar sin credos, aunque sean los credos quienes deseen
que Yo desaparezca de la faz de la tierra.
Continué
escuchando el crepitar de las hojas secas caídas que como un manto alfombraban
el camino por el que a ti mismo te hacías. No pudiste verme, ni tan sólo
sentirme, ni siquiera intuirme, pues tu absurda mente, no alcanzaba mi casa,
esa casa que ya no compartimos, pues decidí marcharme, antes que seguir
temiéndote, antes que pudieras de nuevo anularme, decidí emanciparme,
definitivamente, para siempre.
Escuché
el crepitar de las hojas y de repente, tus gritos ante las tropas, aquellas que
traían consigo el tesón de la victoria, mientras arrastraban encadenados al
espíritu de la derrota. Esa es tu vida, ese es tu juego, un mundo en el que
siempre unos ganan y otros pierden. No cuentes más conmigo, yo he encontrado mi
casa, un lugar verdadero, lleno de amor, y vacío de armas. Si tu camino algún
día te lleva, cerca de nuestra Cordillera, no dudes en venir a vernos, te
daremos todo lo que tenemos, sólo para que por ti mismo compruebes el abismo
entre el falso espíritu y el verdadero.
Escuché
el crepitar de las hojas, pero esta vez no fueron tus huellas, fue tu cuerpo al
completo, quien se derrumbó a peso, yaciendo muerto en ese suelo. Me acerqué a
tu aliento, nada, no quedaba resquicio de vida ni sustento, unas preciosas
hadas que me vieron, se acercaron a darme consuelo.
- Eres
libre – me dijeron – somos libres – rieron.
- Y
nosotros – se escuchó a una voz multicolor.
Tras la
muerte del combatiente, el eterno Bosque se silenció de pasos angustiosos que
mermaban la voz, de todas aquellas vidas, que son tan arcanas y divinas, como
quiso Dios.
Escuché
el crepitar de las hojas bajo los pies de cientos de miles de formas
elementales. Gritaban unidos, ante la noticia de que sus casas están hoy
visibles para quienes amen la verdad primera del espíritu que hoy impera.
Temple Inanna