Sumergida bajo las aguas
oceánicas habitó durante seis eras, sin mediar palabra, sin decir nada, sin
expresar nada de aquello con lo que lidiaba. El agua de sal, la agitaba, la
zarandeaba, la curtía sin palabras. Ella sabía que tenía que aguantar hasta el
último día, y que este llegaría, aunque no supiera nada de lo que iba a pasar. Vió
cruzar el día y también la oscuridad, vió escribirse la historia y como el
propio tiempo borraba las vidas de los que dejaron huellas, vió perfilarse la
tierra y también derretirse las laderas, romperse las fronteras, vió como el
elemento más denso sucumbía a los estragos del tiempo, mientras bajo el agua se
fraguaba el instante de su surgimiento. Fue en un momento inesperado, cuando la
tierra oceánica se dilató, algo hundido quiso germinar y buscar el sol. La Esfinge
enterrada tras la gran inundación, comenzó a elevarse, a cruzar las capas de
los mares y lentamente emergió, dejándose ver sin condición. Había llegado su
momento, antes no.
Temple Inanna